jueves, 18 de abril de 2013

MasterChef



La semana pasada empezó Masterchef, ese programa que ha triunfado en más de 140 países y que busca al mejor cocinero amateur del año. Un programa que seguí en su versión norteamericana, quizá por eso, esperaba con ilusión su versión española y quizá por eso, también me defraudó.

El miércoles pasado me pareció falto de ritmo y lleno de clichés desde el minuto uno: lágrimas, abrazos, sobreactuación, todo guionizado, un jurado que más bien parecía sacado del ejército en vez de una cocina y una presentadora que vocaliza en exceso. Y lo peor de todo es que la cocina y los platos pasaron casi desapercibidos.

Si hasta hoy no he hecho una crítica es porque quería darles una nueva oportunidad, así que ayer por la noche volví a sentarme en el sofá de mi casa y me dispuse a ver el episodio dos de Masterchef. Nuevamente me defraudó.

En el primer capítulo con la excusa de que los concursantes debían cocinar para un batallón hicieron un publirreportaje del ejército, en esta nueva entrega ha sido el turno de una boda y he podido invertir más tiempo en criticar los modelitos de los asistentes que en ver cómo y qué preparaban de menú. Todo esto otra vez acompañado de lágrimas, sobreactuación, jurado firme e incompasible y con una presentadora recién salida de clases de dicción.

Para mi gusto, el principal problema que veo al programa es que han intentado estirar al máximo el tirón que ha tenido en otros países, y si bien en otras versiones los programas duraban escasos 40 minutos la versión española ha decidido duplicar su duración, por eso ha pasado de ser un concurso rápido y dinámico a tener que centrarse en interminables planos de miradas más propias de un western que a la propia cocina, y no tardarán en ocupar parte del tiempo los malos rollos que vayan surgiendo entre los concursantes.

Lo curioso es que no voy a dejar de ver este programa, y cómo es lógico os podéis preguntar por qué, pues porque ayer una concursante se ganó mi corazoncito al elaborar un bizcocho de chocolate al vino tinto similar al que hice para este blog hace casi un mes, aunque ella hizo una versión más acorde a la alta cocina. No quedó ahí mi gozo, ya que el plato en cuestión fue considerado la mejor receta del día y me hizo muy feliz. A demás espero que el tiempo que pasa entre programa y programa los concursantes, aunque no se vean, reciban clases de cocina y al ir mejorando las cámaras se centren más en los platos que en cosas circunstanciales.

Que conste que ésta es mi humilde opinión y que, pese a lo que pueda parecer, no dudo de la profesionalidad de cada una de las personas que trabaja en Masterchef, en especial de la de los miembros del jurado, a los cuales, en sus carreras profesionales en solitario, admiro.

Ah! EL programa tiene una parte positiva y es que como se encargan de repetir cada vez que cocinan es que en Masterchef no se tira nada de lo que sobra y lo donan a cáritas.

¿Qué nos deparará el próximo miércoles?

1 comentario:

  1. totalmente de acuerdo!! lo vi por casualidad (una de esas pocas noches que dormia en casa) y flipe con ese solomillo de boda que no fue digno ni de uno de mis peores platos ;) a sabiendas de todos que soy pesima cocinera.

    quiero un post de recetas para inutiles!!!

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